Mi querido Lucas:
Aún no sabes quién soy y, si pudieras preguntarte, tampoco atinaría yo a decirte fácilmente
el qué.
Tu papá y tu hermanita Vania estaban algo confundidos esta madrugada: de pronto, ¡Lucas está ahí!, como venido de otro lugar, como del
lugar de las maravillas.
Tantos cambios y en un sólo día...
Pero sí estoy convencida de que te miraban asombrados y felices porque eso era en verdad lo que querían que ocurriera: que Lucas estuviese ya aquí.
¡Qué extraño es todo para ti hoy también! "¿Quién diablos soy?" Ay, Lucas, eso es lo sorprendente y por lo que me gustaría que recordaras esta carta. Ten siempre el ojo alerta y el oído atento.
Tu papá es un magnífico "practicante" del humor y el juego, y aunque a veces la vida te parezca un disparate, él sabra bien por dónde mejor guiarte. Porque tu papá, que se llama Alberto -ya aprenderás a decirlo, cuesta un poquito-, es también un excelente observador: inteligente y clarividente. Así aprendió él a ser
"bueno", lo primero, Lucas, que tú vas a tener que aprender.
-¿Qué quieres decir con todo eso? ¡Explícate mejor!
- Me temo no poder, Lucas, porque como ves, así te empezaba diciendo...
- No veo. Entonces, ¿cómo lo voy a hacer?
- Mira, de momento vamos a hacer una cosa, voy a dejarte un buen consejo. Ahora tampoco vas a entenderme muy bien, pero quizás algún día, cada vez que te des cuenta de que no te miento, pensarás... "así me dijo Raquel":
"Sé quien tú quieras ser; pero sé primero de quienes saben querer"
Que ellos sean quienes siempre te amparen y te enseñen a ser.
¡Bienvenido, Lucas! Hasta aquí y... con mi más cariñoso beso.
Raquel
El sol con su gran fulgor
sacó lustre y brillo al mar,
cedió esplendor a las olas...
Y es extraño, pues la noche
se estaba cerrando ya.
La luna de mal humor
dejó su mente volar:
"¿Por qué el sol prosigue ahí
cuando el día se ha ido ya?"
De poco sirve ir a una fiesta
que no se va a aprovechar.
(Lewis Carroll)